En el terreno económico persiste una conducción demasiado cautelosa, cuando se exige decisión y liderazgo. Se ha optado por administrar inercias en vez de trazar un rumbo propio.
Colaborar con instituciones internacionales no es un error en sí. El problema es hacerlo desde la subordinación, ignorando a quienes han pensado este país desde sus márgenes y centros.